A principios del siglo pasado, en un hogar pobre de Nueva Orleans, un hijo del ghetto negro nació de madre prostituta y padre desconocido.
Llamó la atención de la familia Karnofsky, judias inmigrantes rusos pobres pero afectuosos.
El niño tenía una personalidad magnética, se encariñó con el padre postizo y lo ayudaba ocupándose de los caballos para transportar mercaderías hacia los vagones de ferrocarril.
Los Karnofsky amaban al niño que comia en su mesa, practicaba el Shabbat y le brindaron amor, mas que una cama, techo y alimento.
Le dieron todo lo que él necesitaba, incluso su primer instrumento demúsica. Asi pasó de una infancia de hambre a un mundo en el cual se transformó en estrella de jazz y embajador mundial de la humanidad.
Louis Armstrong habló corriente y orgullosamente el ídish toda su vida desde la infancia y siempre llevó en su cuello una estrella de David.
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